Diario "La Capital". Rosario, Sábado, 02 de agosto de 2014
Madeleine Albright: "El mundo es un desastre"
Nacida en Praga, pero convertida en ciudadana de Estados Unidos, estudió relaciones internacionales en varios países y tiene una mirada particular sobre los conflictos actuales en varias partes del planeta.
Madeleine Albright. La ex funcionaria norteamericana calificó con dureza al actual panorama político mundial.
Por Jorge Levit / La Capital
La dramática frase del título pertenece a
Madeleine Albright, secretaria de Estado norteamericana durante el
segundo mandato de Bill Clinton, entre 1997 y 2001. Nacida en Praga,
pero convertida en ciudadana de Estados Unidos, estudió relaciones
internacionales en varios países y tiene una mirada particular sobre los
conflictos actuales en varias partes del planeta.
En una entrevista que concedió hace unos días al
programa de televisión "Face the Nation" de la cadena norteamericana
CBS, explicó que hay dos grandes situaciones mundiales que han generado
cambios decisivos: el comportamiento del presidente ruso Vladimir Putin
respecto de Crimea y ahora de Ucrania, y el conflicto en Medio Oriente
debido al despertar árabe y a la artificialidad de las fronteras
establecidas después de la Primera Guerra Mundial. "Estamos viendo
problemas en una variedad de lugares debido, en parte, a la
globalización, que tiene un lado negativo, ya que ha creado un montón de
nacionalismos en los países donde las personas se sienten perdidas en
el anonimato de la globalización". Y por eso su conclusión fue
lapidaria: "Para decirlo suavemente, el mundo es un desastre", dijo.
Escenarios para justificar el diagnóstico
internacional de Madeleine Albright no faltan. En Irak, la lucha interna
no cesa y el país, después de más de una década desde la invasión de la
coalición occidental liderada por Estados Unidos, está lejos de
alcanzar estabilidad política. Decenas de ataques entre facciones
rivales hacen difícil contar el número de víctimas.
En Siria, la guerra civil lleva más de tres años y ya
ha causado, según los datos más conservadores, unas 170 mil víctimas,
entre ellas miles de civiles, niños incluidos. La dictadura del
presidente sirio Bashar Al Assad resiste a rebeldes de heterogénea
procedencia (a veces combaten entre sí) que buscan derrocarlo e imponer
un Estado islámico. Las terribles escenas cotidianas de bombardeos y
muertos han desaparecido de la prensa mundial, que ya no sabe qué es
peor: que Assad se mantenga en el poder o que Siria caiga en manos de
los grupos insurgentes.
La situación en Irak y Siria es tan caótica que una
facción que combate en la guerra civil autoproclamó un califato (el
Estado Islámico de Irak y Siria) en zonas que conquistó en ambos países
pasando por alto los límites geográficos. El nuevo orden, no reconocido
internacionalmente por ningún país, anuló la Justicia civil para imponer
tribunales clericales, redujo a las mujeres a meros objetos e impuso el
ajusticiamiento y crucifixión de opositores (incluso musulmanes de
ramas del islam rivales) y la amputación de manos a los ladrones. Esta
semana se conoció un video difundido por los propios integrantes de la
banda donde se exhibe la ejecución masiva, con disparos de ametralladora
en la nuca, de soldados iraquíes capturados. Un periodista del New York
Times que recorrió en forma encubierta la zona describió la situación
como un estricto orden impuesto por el terror.
En Libia, la lucha armada de facciones musulmanas
radicalizadas contra el gobierno de transición sumerge al país en el
caos y la desintegración. Derrocado el excéntrico dictador Kaddafi en
2011, Libia nunca logró estabilidad política. Esta semana los combates
dejaron 100 muertos.
En Nigeria, país dividido entre cristianos y
musulmanes, todavía unas doscientas adolescentes cristianas permanecen
secuestradas desde abril por un grupo delirante ultraislámico llamado
Boko Haram. En un video, su líder había advertido: "Yo he secuestrado a
sus chicas. Por Alá que las venderé en el mercado. La educación
occidental debe cesar y las niñas deben abandonar la escuela y casarse",
anunció. Las retienen como esclavas (varias lograron fugarse y
relataron la situación) y fueron obligadas a convertirse al islam. Se
supone que algunas ya fueron vendidas. Además, hace una semana,
milicianos de ese grupo atacaron la residencia del viceprimer ministro
en el vecino Camerún y secuestraron a su esposa. Luego la liberaron.
En Israel, el combate en la franja de Gaza lleva 26
días y el número de víctimas civiles y militares se incrementa. Después
de años de sufrir ataques con cohetes disparados por grupos fascistas y
terroristas como Hamas, Israel penetró en esa zona autónoma palestina
(se había retirado unilateralmente en 2005) para destruir su poder de
fuego y la red de túneles que llegan a suelo israelí y pone en serio
riesgo a los poblados de la frontera. Hamas utiliza a la población
palestina de Gaza como escudo humano y acumula armas y lanzacohetes
dentro de establecimientos civiles. En un video captado en Gaza por la
Deutsche Welle, la televisión alemana, se ve con claridad cómo
milicianos de Hamas armados con palos bajan de camiones para intimidar a
la gente a no retirarse del lugar pese a la advertencia israelí de un
ataque inminente a un objetivo militar. De todas formas, los niños
palestinos que mueren por los bombardeos israelíes es una situación
intolerable y más allá de cualquier interpretación sobre quién es el
responsable deberían cesar de inmediato.
En Ucrania, la guerra civil en el este del país entre
las tropas del nuevo pero dudosamente democrático gobierno ucraniano y
los separatistas que quieren integrarse a Rusia fue lo que originó el
derribo del avión de Malaysia Airlines y la muerte de las 298 personas
que iban a bordo. Alguno de los dos bandos, con o sin injerencia rusa,
lo tiró abajo con un misil. Otro avión de la misma empresa con 239
personas a bordo no aparece desde marzo y en este contexto internacional
surge más que un interrogante sobre su destino, increíblemente
desconocido después de más de cuatro meses del incidente.
Todos estos distintos focos de conflicto no son un
relato histórico, sino que están en pleno desarrollo en la actualidad. Y
eso que no se ha hecho mención a las dramáticas situaciones de
hambrunas o sanitarias de África con la epidemia del virus de Ébola, que
ya ha matado a más de 600 personas en los países occidentales del
Continente Negro. Ni tampoco a la miseria en que está sumida la
población de muchos países asiáticos o latinoamericanos, que apenas
cuentan con economías de subsistencia.
Mientras tanto, la comunidad internacional nucleada
en las Naciones Unidas y sus organismos descentralizados intenta sin
éxito contrarrestar este tétrico panorama mundial. En los casos de los
enfrentamientos armados no ha logrado casi ningún avance en la guerra
civil de siria o en la de Ucrania. Y en la lucha entre Israel y Hamas
sólo pudo anunciar una tregua de tres días que duró poco menos de dos
horas.
En el plano de mejorar las condiciones de vida de
millones de hambrientos o enfermos por males evitables, tampoco el
accionar de la comunidad internacional ha sido decisivo. Es cierto que
en este último aspecto sería mucho peor sin la asistencia de la ONU o
las organizaciones gubernamentales y que las luchas tribales en África,
por ejemplo, dificultan la llegada de auxilio a la población. ¿No habría
que reformular las Naciones Unidas y crear una nueva forma de
organización internacional más efectiva?
Tal vez Madeleine Albright haya sido verdaderamente
suave en la cruda caracterización del mundo que hizo ante las cámaras de
TV. Más que un desastre, este mundo parece dirigirse hacia un camino
sin retorno de intolerancia y violencia globalizadas que ya forman parte
del escenario cotidiano.
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